José Rizal fue un polímata
filipino que hoy día es reconocido en Las Filipinas como un prócer y héroe
nacional. Además de eso, fue un escritor, escultor, pintor, poeta, médico y revolucionario que
luchó contra el supremacismo blanco de los españoles durante la época colonial
de Filipinas, lo cual le costó la vida. Supuestamente este poema, «mi
último adiós» fue escrito el día antes de que fue fusilado por españoles, el 30 de
diciembre 1896. Un poema escrupulosamente escrito, así que es más probable que
el autor lo escribió antes, quizás presintiendo su propia muerte.
Mi Último Adiós
Adiós, adorada tierra, región del sol querida,
Perla del mar de oriente, nuestro perdido Edén!
A darte voy alegre la triste mustia vida,
Y fuera más brillante, más fresca, más florida,
También por ti la diera, la diera por tu bien.
En campos de batalla, luchando con delirio,
Otros te dan sus vidas sin dudas, sin pesar;
El sitio nada importa, ciprés, laurel o lirio,
Cadalso o campo abierto, combate o cruel martirio,
Lo mismo es si lo piden la patria y el hogar.
Yo muero cuando veo que el cielo se colora
Y al fin anuncia el día tras lóbrego[1] capuz;
si grana[2] necesitas
para teñir tu aurora[3],
Vierte la sangre mía, derrámala en buen hora
Y dórela un reflejo de su naciente luz.
Mis sueños cuando apenas muchacho adolescente,
Mis sueños cuando joven ya lleno de vigor,
Fueron el verte un día, joya del mar de oriente,
Secos los negros ojos, alta la tersa frente,
Sin ceño, sin arrugas, sin manchas de rubor
Ensueño de mi vida, mi ardiente vivo anhelo,
¡Salud te grita el alma que pronto va a partir!
¡Salud! Ah, que es hermoso caer por darte vuelo,
Morir por darte vida, morir bajo tu cielo,
Y en tu encantada tierra la eternidad dormir.
Si sobre mi sepulcro vieres brotar un día
Entre la espesa yerba sencilla, humilde flor,
Acércala a tus labios y besa al alma mía,
Y sienta yo en mi frente bajo la tumba fría,
De tu ternura el soplo, de tu hálito el calor.
Deja a la luna verme con luz tranquila y suave,
Deja que el alba envíe su resplandor fugaz,
Deja gemir al viento con su murmullo grave,
Y si desciende y posa sobre mi cruz un ave,
Deja que el ave entone su cántico de paz.
Deja que el sol, ardiendo, las lluvias evapore
Y al cielo tornen puras, con mi clamor en pos;
Deja que un ser amigo mi fin temprano llore
Y en las serenas tardes cuando por mí alguien ore,
¡Ora también, oh Patria, por mi descanso a Dios!
Ora por todos cuantos murieron sin ventura,
Por cuantos padecieron tormentos sin igual,
Por nuestras pobres madres que gimen su amargura;
Por huérfanos y viudas, por presos en tortura
Y ora por ti que veas tu redención final.
Y cuando en noche oscura se envuelva el cementerio
Y solos sólo muertos queden velando allí,
No turbes su reposo, no turbes el misterio,
Tal vez acordes[4] oigas
de cítara o salterio,
Soy yo, querida Patria, yo que te canto a ti.
Y cuando ya mi tumba de todos olvidada
No tenga cruz ni piedra que marquen su lugar,
Deja que la are el hombre, la esparza con la azada,
Y mis cenizas, antes que vuelvan a la nada,
El polvo de tu alfombra que vayan a formar.
Entonces nada importa me pongas en olvido.
Tu atmósfera, tu espacio, tus valles cruzaré.
Vibrante y limpia nota seré para tu oído,
Aroma, luz, colores, rumor, canto, gemido,
Constante repitiendo la esencia de mi fe.
Mi patria idolatrada, dolor de mis dolores,
Querida Filipinas, oye el postrer adiós.
Ahí te dejo todo, mis padres, mis amores.
Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores,
Donde la fe no mata, donde el que reina es Dios.
Adiós, padres y hermanos, trozos del alma mía,
Amigos de la infancia en el perdido hogar,
Dad gracias que descanso del fatigoso día;
Adiós, dulce extranjera, mi amiga, mi alegría,
Adiós, queridos seres, morir es
descansar.
—José Rizal, (30/12/1896)
(al
inglés)
My
Final Goodbye
Goodbye, beloved land, a region
of beloved sun,
pearl of the Eastern Sea, our Paradise
lost!
Joyous will I give on to you
my sad gloomy life,
And if it’d been more sparkling,
fresher, or better flourished,
I would still have given it
you, for your own good.
On the battle field, fighting
with delirium,
Others give of their lives for
you, without doubt, without deliberation;
The where matters not:
cypress, laurel or lily;
whether on scaffold or open
plains, through combat or martyrdom,
It’s one and the same if the
nation and the home wishes it.
I die when I see that the sky begins
to dye,
and in the end announces the
day following the lubric hood;
and if you need a pill bug to
dye your factions,
pour my blood, high time you
spill it
and gild it a reflection of
its emerging light.
My dreams, when hardly still a
young man,
my dreams, when still young
and full of vigour,
were to see you someday, o
jewel of the Eastern Sea,
your dry black eyes, your brow
smooth and elevated,
frownless, wrinkleless, no
ruddy marks
My life’s daydream, my burning
and living wish,
my soul soon to part, cries
out “cheers!”
Cheers! Ah, it is beautiful to
fall after giving you flight,
to die after giving you life,
to die under your sky,
and in your charming land
sleep eternal.
If upon my grave you should
see sprout one day,
among the dense common weeds,
a humble flower,
move it towards your lips and
kiss my soul,
and sense me, inside my own
semblance, beneath the cold tomb,
the puff emanates from your
sweetness, and the warmth from your breath.
Let the sun gaze upon me with
tranquil and soft light,
let dawn send unto me its
fleeting radiance,
let the wind howl with deep
murmur,
and if a bird should swoop
down and perch upon my tombstone,
let the bird sound out its
canticle of peace.
Let the sun, flaming,
evaporate the rains
and be made pure at the
heavens, with my clamour right behind them.
Let a friend weep for my
premature end
and in the serene afternoons
when someone might offer a prayer for me
Pray too, oh nation, for my
rest unto God!
Pray for all the many of us
who died luckless,
for all the many who suffered
agonies unmatched,
for our poor mothers who sob
out their embitterment;
for the orphans and widows,
for the tortured prisoners, and
don’t forget pray for yourself
glimpsing toward your final redemption.
And when in the black of night
the cemetery enshrouds itself,
and alone, only the dead there
remain in their vigil;
don’t disturb your repose,
don’t disturb the mystery,
you may hear chords emanating
from a cithara o psaltery,
it is I, dear nation, I who
does sing to you.
And when my grave, now
forgotten by all,
lacking a cross and a tombstone
marking its spot,
let man plough over it, let
him go over it with his hoe,
and my ashes, before they turn
to nothing,
may they become the dust on
your carpet.
So, it matters not that you
forget me.
Your atmosphere, your space,
your valleys shall I cross.
A vibrant and clear note shall
I be to your ears.
Aroma, light, colours, murmur,
song, wailing,
all constantly repeating the
essence of my faith.
My idolized nation, pain of my
pains,
my dear Philippines, hear this
final farewell.
Now I bequeath to you
everything, my parents, my loves.
I am off to where there are no
slaves, hangmen or oppressors,
where faith doesn’t kill,
where it’s God who reins.
Goodbye, fathers and brothers,
fragments of my soul,
childhood friends of the home
lost,
give thanks that I can rest from
the fatiguing day;
goodbye, sweet immigrant, my
friend, my joy,
goodbye, dear beings, to die
is to rest.
—José Rizal, (30/12/1896)
[1] «lóbrego»: oscuro,
tenebroso; triste, melancólico (DRAE).
[2] «grana»: la cochinilla,
parásito, cuya sangre es utilizada para teñir telas, o en este caso, el rostro.
[3] «aurora»: hermosura del
rostro, y, por ext., el rostro sonrosado (DRAE).