Hoy les presento una pequeña del primer capítulo de "El Viaje de Brandán". Se trata de un
viaje misterioso que hizo un santo irlandés hacia una isla mágica, llamada Isla Deliciosa.
La estructura del texto posee unas características celtas antiguas, ya que el texto fue originalmente escrito en gaélico y luego traducido al latín. El texto latín es fascinante en sí mismo, porque fue creado por un escribano oriundo de Irlanda. Y formando parte de la literatura "hiberno-latina" es un latín muy excéntrico, pero todavía se percibe en el registro algo orgánico, un latín realmente hablado entre los monjes. Después del texto al castellano, está el texto original en latín tardío; usé la fuente de Word "MeathFLF" para rendir homenaje a la letra celta de los manuscritos irlandeses. Vale.
El Viaje de San Brandán (c. 900 d.C.)
anónimo
anónimo
Capítulo I
«San Brandán, hijo de
Finlug Úa Alta, descendiente de Oen[1],
nació en la región pantanosa de Múnster[2].
Fue un varón de gran abstinencia y en las virtudes preclaro; fue sacerdote de
casi tres mil monjes. Cuando estaba en aquel desafío [espiritual][3],
en un lugar que se llama la Colina de los Milagros[4],
Brandán se encontró con un sacerdote que le vino a ver una tarde, de nombre de
Barinto, un descendiente de Níal[5]. Y
cuando éste fue preguntado por Brandán, que le habló mucho, el santo padre comenzó
a llorar y postrarse hacia el suelo un poco más y se quedó rezando. San Brandán
lo levantó del suelo, lo abrazó, y le dijo: ―Padre, ¿por qué estamos triste en
tu llegada? ¿No viniste para darnos consolación? Tú les debes preparar más
alegría para con los hermanos. Indícanos la palabra de Dios y refresca nuestras
almas contándonos de los varios milagros que viste en el océano―.
En ese momento, San Barinto, explicándole a Brandán con estas palabras que siguen, comenzó a hablar sobre una isla, diciéndome: ―Mi querido hijo Mernocato[6], un procurador de los pobres de Cristo, se huyó de mi rostro y quiso volverse ermitaño. Y encontró una isla cerca de un monte de alhajas, llamada Isla Deliciosa. Después de mucho tiempo me llegó la noticia que muchos monjes estaban allí y que Dios les había mostrado muchos de sus milagros. Y así procedí para visitar a mi hijo. Cuando me acercaba reunirme con él, tras tres días de viaje, me saludaron mi hijo y sus hermanos. Dios les había revelado pues, mi llegada. Navegando nosotros por dicha isla, salieron afuera de sus celdas los hermanos como un enjambre. Sus habitaciones fueron escasamente mobladas.
No obstante, respecto a la conducta de su monacato, lo cual es basado en la esperanza, fe y caridad como una sola refacción para el trabajo de Dios, siempre y unánimemente estaban unidos. Ninguna otra cosa les sirvió como victo salvo manzanas, nueces, verduras de raíz y unas otras variedades de hierba. Y después de acabar con las completas, permanecieron en sus sendas celdas hasta el canto del gallo o el tañido de la campaña.
Yo, después de haber pernoctado y vagado por toda la isla, fui traído por mi hijo querido hasta la costa del mar, donde había una nave pequeña, y me dijo: ―Padre, suba a la nave y naveguemos contra esta fuerte viento occidental hasta la isla que se llama Tierra de Promesas de los Santos, la cual será dada por Dios a los que nos siguen en los tiempos próximos―. Subiéndonos a la nave y hecha la vela, las nubes nos cubrieron por todas partes, tanto que apenas pudimos ver la popa o la proa de la pequeña nave. Pasado un lapso de casi una hora, nos brilló una luz ingente y nos apareció una tierra especiosa, herbosa y muy pomífera. Cuando la nave llegó a tierra, salimos de la nave y comenzamos a explorar y vagar por la isla durante como veinticinco días creo, y no pudimos encontrar su fin. Nada de hierbas vimos salvo las flores de los árboles, que no daban fruto. Las joyas que tiene la isla son de variedades preciosas. Luego al decimoquinto día encontramos un arroyo que inclinaba desde la parte oriental hasta el ocaso. Cuando considerábamos todo esto, teníamos una duda acerca de qué debíamos de hacer. Y nos pareció bien atravesar el río. Pero esperábamos el consejo de Dios.
Mientras estábamos en eso, apareció ante nosotros un hombre de gran esplendor, que de repente nos llamó a cada uno por su propio nombre y nos saludó, diciendo: ―¡Bien hecho, hermanos buenos! El Señor les relevó esta tierra que será dada a sus santos. Hay una mitad de esta isla después del río, la cual no podrán atravesar. Así que vuelvan de donde vinieron―. Cuando dijo esto, súbitamente le pregunté de dónde era, o cómo se llamaba, y me dijo: ―¿Por qué me preguntas de dónde soy o cómo me llamo? ¿Por qué no me preguntas acerca de esta isla? Tal como la has visto, así ha sido desde el inicio del universo[7]. ¿Les falta algo de comida o bebida o ropa? Estuviste un año en esta isla entonces, y no te faltó comida ni ropa. Nunca te fue quitado el sueño ni el tiempo de noche te fue expuesto. Por eso el día aquí siempre pasa sin ninguna ceguedad de nieblas. El Señor nuestro Jesucristo es su Luz―.
De inmediato, comenzamos el viaje y aquel hombre ya dicho vino con nosotros hasta las calígines de la Isla Deliciosa. Y allí los hermanos que nos vieron se exultaron en una gran exultación por nuestra llegada y lloraron por nuestra ausencia, diciéndonos: ―¿Padres, por qué dejaron a sus ovejas sin pastor, vagando por esta selva? Sabíamos que frecuentemente los de nuestro abad tenían de alejarse de nosotros hacia alguna parte (ignorábamos a dónde), e incluso demorar a veces un mes, dos semanas o una semana poco más o menos―.
Cuando oí esto, empecé a reconfortarlos, diciéndoles: ―No piensen en nada que no sea bueno, hermanos. Su conducta en el monacato, está sin duda delante de la puerta del Paraíso. De aquí, la isla que se llama Tierra de Promesas de los Santos está próxima; donde no amenaza la noche ni los días se terminan. Y allí frecuentaba nuestro abad Mernocato. El ángel del Señor la custodia. ¿No reconocen por el olor de nuestras prendas que estuvimos en el Paraíso de Dios?―.
Ahora los hermanos le respondieron, diciéndole: ―Abad, sabíamos que estuviste en el Paraíso de Dios ubicado en algún sitio del mar, pero por dónde esté ese paraíso ignoramos. Porque a menudo hemos confirmado que la fragancia de las prendas de nuestro abad, después de volver, seguía dando olor por un tiempo de casi cuarenta días―. ―Allí me quedé por dos semanas con mi querido hijo sin comida ni bebida, empero estuvimos con tanta saciedad corporal que los otros nos veían como bien colmados. Después de cuarenta días y de haber recibido la bendición de los hermanos y el abad, me torné con mis compañeros para volver a mi celda donde habré de irme mañana―.
En ese momento, San Barinto, explicándole a Brandán con estas palabras que siguen, comenzó a hablar sobre una isla, diciéndome: ―Mi querido hijo Mernocato[6], un procurador de los pobres de Cristo, se huyó de mi rostro y quiso volverse ermitaño. Y encontró una isla cerca de un monte de alhajas, llamada Isla Deliciosa. Después de mucho tiempo me llegó la noticia que muchos monjes estaban allí y que Dios les había mostrado muchos de sus milagros. Y así procedí para visitar a mi hijo. Cuando me acercaba reunirme con él, tras tres días de viaje, me saludaron mi hijo y sus hermanos. Dios les había revelado pues, mi llegada. Navegando nosotros por dicha isla, salieron afuera de sus celdas los hermanos como un enjambre. Sus habitaciones fueron escasamente mobladas.
No obstante, respecto a la conducta de su monacato, lo cual es basado en la esperanza, fe y caridad como una sola refacción para el trabajo de Dios, siempre y unánimemente estaban unidos. Ninguna otra cosa les sirvió como victo salvo manzanas, nueces, verduras de raíz y unas otras variedades de hierba. Y después de acabar con las completas, permanecieron en sus sendas celdas hasta el canto del gallo o el tañido de la campaña.
Yo, después de haber pernoctado y vagado por toda la isla, fui traído por mi hijo querido hasta la costa del mar, donde había una nave pequeña, y me dijo: ―Padre, suba a la nave y naveguemos contra esta fuerte viento occidental hasta la isla que se llama Tierra de Promesas de los Santos, la cual será dada por Dios a los que nos siguen en los tiempos próximos―. Subiéndonos a la nave y hecha la vela, las nubes nos cubrieron por todas partes, tanto que apenas pudimos ver la popa o la proa de la pequeña nave. Pasado un lapso de casi una hora, nos brilló una luz ingente y nos apareció una tierra especiosa, herbosa y muy pomífera. Cuando la nave llegó a tierra, salimos de la nave y comenzamos a explorar y vagar por la isla durante como veinticinco días creo, y no pudimos encontrar su fin. Nada de hierbas vimos salvo las flores de los árboles, que no daban fruto. Las joyas que tiene la isla son de variedades preciosas. Luego al decimoquinto día encontramos un arroyo que inclinaba desde la parte oriental hasta el ocaso. Cuando considerábamos todo esto, teníamos una duda acerca de qué debíamos de hacer. Y nos pareció bien atravesar el río. Pero esperábamos el consejo de Dios.
Mientras estábamos en eso, apareció ante nosotros un hombre de gran esplendor, que de repente nos llamó a cada uno por su propio nombre y nos saludó, diciendo: ―¡Bien hecho, hermanos buenos! El Señor les relevó esta tierra que será dada a sus santos. Hay una mitad de esta isla después del río, la cual no podrán atravesar. Así que vuelvan de donde vinieron―. Cuando dijo esto, súbitamente le pregunté de dónde era, o cómo se llamaba, y me dijo: ―¿Por qué me preguntas de dónde soy o cómo me llamo? ¿Por qué no me preguntas acerca de esta isla? Tal como la has visto, así ha sido desde el inicio del universo[7]. ¿Les falta algo de comida o bebida o ropa? Estuviste un año en esta isla entonces, y no te faltó comida ni ropa. Nunca te fue quitado el sueño ni el tiempo de noche te fue expuesto. Por eso el día aquí siempre pasa sin ninguna ceguedad de nieblas. El Señor nuestro Jesucristo es su Luz―.
De inmediato, comenzamos el viaje y aquel hombre ya dicho vino con nosotros hasta las calígines de la Isla Deliciosa. Y allí los hermanos que nos vieron se exultaron en una gran exultación por nuestra llegada y lloraron por nuestra ausencia, diciéndonos: ―¿Padres, por qué dejaron a sus ovejas sin pastor, vagando por esta selva? Sabíamos que frecuentemente los de nuestro abad tenían de alejarse de nosotros hacia alguna parte (ignorábamos a dónde), e incluso demorar a veces un mes, dos semanas o una semana poco más o menos―.
Cuando oí esto, empecé a reconfortarlos, diciéndoles: ―No piensen en nada que no sea bueno, hermanos. Su conducta en el monacato, está sin duda delante de la puerta del Paraíso. De aquí, la isla que se llama Tierra de Promesas de los Santos está próxima; donde no amenaza la noche ni los días se terminan. Y allí frecuentaba nuestro abad Mernocato. El ángel del Señor la custodia. ¿No reconocen por el olor de nuestras prendas que estuvimos en el Paraíso de Dios?―.
Ahora los hermanos le respondieron, diciéndole: ―Abad, sabíamos que estuviste en el Paraíso de Dios ubicado en algún sitio del mar, pero por dónde esté ese paraíso ignoramos. Porque a menudo hemos confirmado que la fragancia de las prendas de nuestro abad, después de volver, seguía dando olor por un tiempo de casi cuarenta días―. ―Allí me quedé por dos semanas con mi querido hijo sin comida ni bebida, empero estuvimos con tanta saciedad corporal que los otros nos veían como bien colmados. Después de cuarenta días y de haber recibido la bendición de los hermanos y el abad, me torné con mis compañeros para volver a mi celda donde habré de irme mañana―.
Textus Lingua Latina Hibernica
Sanctus Brendanus[8]
filius Finloca nepotis Alti de genere Eogeni stagnili regione Mumenensium ortus
fuit. Erat vir magnae abstinentiae et in virtutibus clarus trium milium fere
monachorum pater. Cum esset in
suo certamine in loco qui dicitur saltus virtutis Brendani contigit [9]quidam
patrum ad illum quadam vespera venisset nomine Barinthus nepos Neil regis[10]. Cumque interrogatus esset multis
sermonibus a praedicto [11]sancto patre cepit lacrimari et
prostrare se in terram et diutius permanere in oratione. Sanctus Brendanus erexit
illum de terra et osculatus est eum dicens: «Pater cur tristiciam habemus in
adventu tuo? Nonne ad consolationem nostram venisti? Magis laeticiam tu debes
fratribus preparare. Indica nobis verbum Dei et refice animas nostras de
diversis miraculis quae vidisti in Oceano». Tunc Sanctus Barintus expletis his
sermonibus Brendani cepit narrare de quadam insula dicens: 'Filiolus meus
Mernocatus procurator pauperum Christi cumfugit a facie mea et voluit se esse
solitarium. Invenitque insulam juxta montem lapidis, nomen ejus Insula
Deliciosa. Post multum vero temporis nuntiatum est mihi quod plures monachos
habuisset et Deus multa mirabilia (per illum) ostendisset. Itaque perrexi [12]visitare
filiolum meum. Cumque appropinquassem (per) trium dierum (iter) in occursum [13]mihi
festinavit cum fratribus suis. Revelavit enim Dominus sibi adventum meum.
Navigan (tibus nobis) in praedicta insula occurrerunt obviam [14]sicut
examen apium ex diversis cellulis fratres.(Erat enim) habitacio eorum sparsa. Sed tamen unanimiter illorum
conversatio in spe et fide et caritate (una) refectione ad opus Dei semper fuit
coadunata. Nihil aliud
cibi monstratur nisi poma et nuces at (que) radices et cetera genera herborum.
At post completorium [15]singuli
in suis cellulis usque ad gallorum cantum seu pulsum campanae permanserunt. Me
autem pernoctante insulamque totam perambulante meus filiolus duxit me ad litus
maris contra occidentem ubi erat navicula et dixit mihi: «Pater ascende in
navim et navigemus contra occidentalem plagam ad insulam quae dicitur terra
repromissionis sanctorum quam daturus est Deus successoribus nostris in
novissimo tempore».
Ascendentibus
nobis et navigantibus nebulae cooperuerunt [16]nos
undique in tantum ut vix potuissemus puppim aut proram naviculae aspicere.
Transacto vero spacia quasi unius horae circumfulsit nos lux ingens et apparuit
terra spaciosa et herbosa pomiferosaque valde. Cum stetisset navis ad terram
ascendimus nos et cepimus ire et perambulare per XV ut putavimus dies insulam
et non potuimus finem ipsius invenire. Nihil herbae vidimus nisi flores arborum
sine fructu. Lapides enim ipsius preciosi genere sunt. Porro quintodecimo die
invenimus fluvium vergentem ab orientali parte ad occasum. (Cum consideremus) haec omnia
dubium nobis erat quid agere debuissemus. Placuitque nobis(transire) flumen.
Sed expectavimus Dei consilium. Cum haec exposuissemus intra nos subito
apparuit quidam vir magno splendore coram nobis. Qui statim [17]propriis
nominibus nos (appelavit) atque salutavit dicens: «Euge boni fratres. Dominus enim revalavit vobis
istam terram (quam daturus est) suis sanctis. Est enim medietas insulae istius
usque ad istud flumen. (Non licet vobis transire) ulterius. Revertimini igitur
unde existis.» Cum haec dixisset (statim illum interrogavi unde esset) aut quo
nomine vocaretur, Qui ait: «Cur me interrogas (unde sim aut quomodo vocer?)
Quare me non interrigas de ista insula? Sicut illam vides (modo ita ab inicio)
mundi permansit. Indigesne aliquid cibi aut potus sive vestimenti? (unum annum enim) in hac insula fuisti
et non indiguisti cibo aut potu. (Numquam) fuisti oppressus somno nec nox te
operuit. Dies namque est semper sine ulla cecitate (tenebrarum hic. Dominus
noster Jhesus Christus) Lux ipsius est. Confestim [18]inchoavimus
iter et ille vir praedictus (nobiscum pervenit usque ad... caliginem) (ad
insulam deliciosam.) At ubi fratres nos viderunt exultabant exultatione magna
de ad(ventu nostro et plorabant) de absencia nostra multum temporis dicentes:
«Cur patres dimisistis (vestras oves sine pastore) in ista silva errantes? Novimus abbatem nostrum
frequenter a nobis discedere [19](in aliquam partem sed) nescimus
in quam et ibidem demorari aliqando unum mensem aliquando duabus ebdomadibus
(seu una ebdomada) vel plusminusve[20].»
Cum haec audissem cepi illos confortare dicens eis: «Nolite fratres (putare
aliquid nisi bonum. Vestra conversacio) procul dubio [21]est
ante portam Paradisi. Hic prope est insula quae vocatur (terra repromissionis
sanctorum) ubi nec nox imminet [22]nec
dies finitur. Et illuc frequentatur noster abbas Mernocatus. (Angelus enim
Domini custodit) illam. Nonne cognoscitis in odore vestimentorum nostrorum quod
in Paradisio Dei Fuimus? Tunc fratres responderunt dicentes: «Abba novimus quia
fuistis in Paradiso Dei spatio maris sed ubi sit ille paradisus ignoravimus.
Nam saepe fragancia(m) vestimentorum abbatis nostri XL dierum spatio inde
revertenti(s) probavimus redolentem». Illic vero mansi duas abdamadas cum
filiolo meo sine cibo et potu. Ibi in tantum habuimus de satietate corporali ut
ab aliis videbamur repleti multo. Post vero XL dies accepta benedictione
fratrum et abbatis reversus sum cum sociis ut redirem ad cellam meam ad quam
iturus[23]
ero cras.»
[1] «Oen»:
prefiero castellanizar el nombre así, en vez escribirlo como Eogen.
[2]
«Múnster»: prefiero la pronunciación llana en vez de la aguda Munster.
[3] Es
decir, actuando como un soldado de Cristo [miles Christi].
[4] Ardfert
en gaélico, ubicado en el condado de Kerry, Múnster. Llamado «saltus virtutis»
[colina de la salud] en el texto latín.
[5] Niall
Noígíallach, «Níal de los nueve rehenes». Ancestro de los Uí Néill que controlaron
el norte de Irlanda entre los siglos VI y X aproximadamente.
[7] El
personaje del padre cambia de tono algo bruscamente.
[8] el
sitio «www.hs-augsberg.de» adjunta esta nota descriptiva: « Navigatio fabulosa sancti
Brendani ad terram repromissionis scripta est ab ignoto Irlandico circa annum
900. Sanctus Brendanus, abbas monasterii Clonfertensis, obiit anno 577». [«La navegación fantástica de San Brandán a
la Tierra de Promesas fue escrita por un irlandés desconocido cerca del año
900. San Brandán, abad del monasterio clonfertense, falleció en el año 577»].
[9]
«contigo, contíngere, contigi, contactum» 3ª conj.: dar con, chocar con,
encontrarse con.
[10] «nepos
illius» su descendiente, en otros textos.
[11] «a praedicto»:
de/ el ya mencionado/dicho.
[12] «pergo, pergere, perrexi, perrectum», 3ª conj.:
continuar, seguir adelante.
[13] «in
occursum»: en reunión.
[15]
«completorius» 1ª/2ª decl..: las completas, última parte del oficio divino, con
que se terminan las horas canónicas del día (DRAE).
[16] «cooperio,
cooperíre, cooperui, coopertum» 3ª conj.: cubrir.
[17] «statim»:
adv. de repente.
[18] «confestim»:
adv. inmediatamente.
[19] «discedo, discédere, discessi, discessum» 3ª conj.:
salir, irse.
[22] «immineo,
imminére, imminui, imminitum» 3ª conj.: sobresalir, amenazar.
[23] «iturus ero»: estaré. Forsan debétur legere
ut «iterum».
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